El Ministro llama al menos tres veces

A las redacciones de al menos tres medios impresos de Caracas llegaron llamadas directas

del ministro de Comunicación e Información del momento, Ernesto Villegas. Apenas el día anterior, el vicepresidente –encargado de la presidencia- Nicolás Maduro había anunciado

por televisión el fallecimiento del líder de la autodenominada Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, tras tres de meses de una agonía nunca fue transparente para los venezolanos,

ni desde La Habana ni desde el Hospital Militar de Caracas.

Villegas procuraba advertir a sus interlocutores al teléfono, todos editores y responsables

de medios informativos, en torno a las consecuencias que sus coberturas noticiosas podrían tener en un momento en que la frustración de los partidarios de Chávez y la incertidumbre

en la que el país se sumía tenían, sumados, los visos de un material inflamable.

Mientras el país contenía la respiración desde las cuatro de la tarde del 5 de marzo de 2013,

la fecha oficial del deceso de Chávez, el Gobierno advertía a los medios con algo que sonaba como: “Mucho cuidado con lo que vayas a decir”.

El fin de la parábola política y vital de Hugo Chávez coincidió con el inicio de un ciclo de cambios para el ejercicio del periodismo en Venezuela. Veintiún meses en los que se intensificaron la censura y el acallamiento de la prensa independiente.

Los rasgos

La noche del 5 de marzo –poco más de 24 horas después del anuncio de la muerte del presidente-, la alta gerencia en ese entonces de Globovisión denunció que la televisora recibió el mandato gubernamental de “moderar” las noticias en relación al suceso. La orden, dieron, fue insistente. En el canal registraron al menos siete llamadas de Villegas, “en tono intimidante”, según contó María Fernanda Flores, la vicepresidenta del canal. El ministro les dijo que si en el país ocurría cualquier acto “de desobediencia civil”, los directivos de esa televisora iban a ser los principales responsables.

Esta no era cualquier advertencia para un medio que mantuvo una línea editorial crítica hacia la gestión de Hugo Chávez. Entre 2002 y 2013 Globovisión acumuló 13 investigaciones

y sanciones por parte del Estado venezolano. Era una planta televisiva a la que el gobierno criticaba constantemente.

Con la misma intención de controlar las versiones sobre la muerte del líder revolucionario,

el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Elías Jaua –actual ministro para las Comunas-, dos días más tarde instó a los medios, a través de la señal de la principal televisora del Estado,  a “manejar con cuidado” las informaciones sobre el fallecimiento de Chávez y a “no convocar a la desestabilización”: “Este no es el momento para darle eco a análisis políticos que pudieran constituirse en una provocación para este pueblo adolorido”, diagnosticó con una amenaza apenas velada, pero tampoco abierta del todo.

Los bordes

A partir de entonces esos exhortos estatales, que conservaron un mínimo de pudor y bordearon la censura, fueron tan continuos hasta evidenciar algunos temas que el periodismo no podía abordar, para evitar generar inconvenientes con el Gobierno. Muchos medios se sintieron reducidos a escoger entre el silencio y el eufemismo.

Así lo sustentan los datos del Estudio de Censura y Autocensura que presentó el Instituto Prensa y Sociedad de Venezuela (IPYS Venezuela) en octubre de 2014. De los 225 periodistas consultados, 38% denunció limitaciones a su derecho a informar tras amenazas directas dirigidas desde gobierno nacional.